En Cuéntanos Abuela (2002), una obra que Luz Argentina Chiriboga subtitula “una novela para niños,” la autora esmeraldeña nos regala a todos, también a mayores, un paseo por la magia de una isla “en el Cantón Naranjal,” que nos invita a recordar con nostalgia los mitos fundacionales de la América híbrida y su legado cultural, tanto oral como literario. El paseo es una asombrosa vivencia sensual dentro del mundo natural; porque ciertamente es la Naturaleza el escenario y protagonista de este relato que tiene como hilo narrativo al matrimonio Montti y a su hacienda El Milagro. Al estilo suave y armónico, y a la claridad del lenguaje se une el mensaje sobre el vivir mismo, es decir, una enseñanza de convivencia con nuestro medio ambiente, con su flora y fauna extraordinarias, a las que la voz de la Abuela nos invita a descubrir.
Los patrones Sara y Francesco, Serafín el barquero, Petrona Piedra la curandera, Juan Matos y Manuel Tatá los decimeros, Feo el loco, “tocado por los dioses,” y el resto de los nativos de esta isla privilegiada, comparten la sabiduría que les es concedida gracias a la meditación frente a un paisaje maravilloso, en el cual “buscaban la ocasión para contemplarlo, cantarle, y componer sus décimas.” Estos son los personajes que dan calor humano al paisaje poblado de miles de seres naturales, desde los más pequeños hasta los más bellos, como las flores y aves más coloridas y sorprendentes, cuya omnipresencia a través del relato protagonizan haciendo de la isla un país mágico, “un milagro.” Un milagro ciertamente lo es para los ojos modernos que tendemos a olvidar el carácter real pero de pronto legendario de la tierra que alimentó nuestras primeras raíces culturales, protegida a veces por la geografía y la distancia, pero cada vez menos ajena a las amenazas de la rápida industrialización. Luz Argentina Chiriboga muestra en esta obra su compromiso como madre, como intelectual, como maestra y como sabia abuela que a través del arte literario toma la tarea de dar voz a una preocupación real por proteger a nuestro medio, difícil de enseñar a la juventud de hoy sin crear un tono de alarma pesimista, sino una adhesión sincera a la visión de respeto por la Tierra.
Los pobladores de la isla, en los que se cuentan Sara y Francesco, una francesa y un italiano, forman un abanico de diversidad para la pequeña María complementado por sus raíces africanas. La comunidad es esencialmente un microcosmos a donde llegan las influencias que durante siglos han enriquecido al continente y se han amalgamado en las culturas colonizadas para fundar esta otra nueva y rica cultura que se expresa con fuerza en la práctica de la música, la poesía y la narración de cuentos, como parte de la tradición cultural que aún preserva valores milenarios familiares como el amor a la Naturaleza y la reciprocidad entre colonos.
Cuéntanos Abuela es una historia de amor donde el amor emana de la prosa misma, una descripción que refleja la voluntad apreciativa de la visión afro-autóctona del mundo, siempre en busca de armonía, y siempre en espera del asombroso “milagro” de la vida, entretejida a su vez con la traída por colonizadores europeos, protectores y benefactores a su vez de los logros del pasar humano, que se hace evidente aquí en su amor a las artes trasplantadas al suelo americano, con sus maravillosos instrumentos musicales –el piano, el violín, la guitarra– los cuales elevan la fuerza espiritual de las voces indígenas y africanas ayudados de sus propios instrumentos. Porque es en Yembayá en donde con insistencia confluye esa fuerza de vida poderosa que inspira el rezo de las mujeres como Sara, a esa diosa de la fertilidad para que le cumpla su deseo de ser madre. Es también Yembayá la diosa de las aguas a quien se dirige la señorita tortuga para que ayude a que termine la sequía; y es en última instancia también Yembayá a quien la Tierra misma, arrepentida de su arrogante narcisismo, envía su súplica en un cometa para ser perdonada por la gran diosa y por el cielo.
El legado afro-hispano está también presente en la tradición oral representada por las décimas y por el simbolismo de un personaje como el barquero, quien ofrece sus servicios a cambio de cuentos, dando a estos un valor más real que el de cualquier moneda. Su dulce vaivén de caras nuevas y familiares, de extranjeros, de nativos, de visitantes y de pianos, es una metáfora viva representativa del fluir de las culturas, y de esa gran constante de la historia que es el paso mismo del hombre por la vida. Es esta tradición oral rica en historias ejemplares y enseñanzas eje central de la cultura, cuya importancia se hace evidente en la apreciación del duelo de décimas compartido por toda la población que premia a sus más talentosos decimeros, quienes con su talento poético participan en la enseñanza de los niños en asuntos de toda índole, como el peligro de la destrucción de la capa de ozono; y que también recuerdan a mayores ese cuerpo de principios y metas compartidos que forman el sentido de comunidad.
Pero aún este mundo armonioso y lleno de bondad es vulnerable a las imperfecciones humanas. En el relato se hacen presentes la ignorancia del hombre y los prejuicios de las razas en el compartir un mundo que requiere la convivencia con otras culturas y encuentra en ello el rechazo a otras experiencias humanas. La pequeña María, recipiente de todo el amor y protección de su familia adoptiva y de su madre, es ella misma el sueño americano todavía vulnerable y falto de protección ante la xenofobia que es aún una realidad para el marginado. Es una misión para los padres y para las abuelas, asimismo para aquellos que tienen voz y que, ya en poemas, décimas, canciones o cuentos, pueden enseñar a los jóvenes el camino recorrido, pero también el camino a recorrer. Las vivencias de la Abuela, María, son un testimonio dentro de los 500 años de tradición literaria en América Latina de la todavía vigente necesidad por reafirmar la fusión de los valores de nuestros antepasados amerindios, africanos y europeos.
Entre otras cosas la obra muestra cómo la poesía es capaz de sensibilizar a sus miembros hacia la apreciación del medio y de su lugar en él. En este sentido la experiencia poética debe estar presente en la niñez, y es a la niñez a quien la autora esmeraldeña se dirige. En resumen, es esta una pieza literaria que nos invita a ver la belleza de la diversidad en las culturas, y la majestad y el misterio de la Naturaleza, su importancia para el ser humano, y la obligación que éste tiene de cuidarla a través de la práctica y la enseñanza de los valores de respeto heredados de aquellos antepasados que supieron encontrar en ella el milagro de la vida. 1/Mar/09 (Rev. 7/Ene/14).
(Este artículo apareció en inglés como prólogo de la traducción publicada por la Dra. Elba Birmingham-Pokorny.)