Mi recuerdo está poblado de parientes bien peinados,
de boquitas sonrientes y rostros besuqueados.
Es un rumor continuo de patios ruidosos y gritería infantil,
donde portones añejos y descoloridos
se impregnan de las yerbas que perfuman mi mundo y sus guisados.
Es el recuerdo de una vida plena de días familiares, niños regañados,
voces roncas, manitas chorreadas y adolescentes enamorados;
de incontables mesas puestas y dobles sobremesas,
de cocinas batidas y regadas
y cincuenta cazuelas veteranas que en cotidiana contienda ignoran su antigüedad.
Es un álbum de tiernas cabecillas mojadas en bendición bautismal,
de primeras comuniones tupidas de caras relavadas y flequillos engomados;
de quinceañeras y bodas de pies hinchados, sombreros satinados,
cabelleras laqueadas, y uno que otro pariente con pelos azules o morados.
Y de ocasionales velorios donde patriarcas y matriarcas de cabezas grises
te enseñan el misterio de reír cuando se llora y de llorar cuando se ríe.
Mi recuerdo es una caja de sonidos, aromas y colores
que se abre con el repiquetear de campanas y música de barrer de pisos,
y guarda el aroma de mañanas frescas y fruta recién cortada;
de hervores mágicos de mediodía que se confunden con el sabor a gloria,
y de noches llenas de rumores campestres
que se mezclan en el aire con el perfume del té de boldo, salvia y limón.
Es un recuerdo bullicioso de plazas chismosas y quioscos adornados de papel,
de besos robados y secretos confesados;
de días de ayuno y santos paseados.
Es la emoción y euforia de un día de feria
y la dulce solemnidad de un día de muertos.
Es un ritual de café y pan dulce recién hecho,
que cíclico se repite a cada tarde y marca las horas deteniendo el tiempo.
Como la siesta de papá, su caminata vespertina y su amoroso beso,
siempre puntual, siempre cálido, siempre Él;
y su sonrisa, siempre joven, siempre traviesa, siempre toda.
Mi vida es el arrullo del trajín de una cocina,
el corazón y centro de un hogar, una visión, y una misión de vida,
donde mi madre, no el reloj, comanda el tiempo,
y como ella, como su madre, y como su abuela antes,
ha guardado la trinidad del hoy, del ayer y del mañana, que son todos y uno mismo
por siempre y para siempre, mientras mi mundo sea.
Ocoxal