Los bandidos de Río Frío (1891) es la obra de madurez de Manuel Payno; un esbozo sociológico del siglo XIX mexicano en donde recreó las memorias de su juventud mientras se desempeñaba como diplomático en España ya en las postrimerías de su vida. En ella dibuja a una sociedad diversa, joven, dinámica, en apresurado proceso de reinvención, rica en tradiciones y costumbres populares, y poblada de un vasto conjunto de personajes que en su diario trajín aún arrastran las idiosincrasias y prejuicios de su organización colonial, marcadamente jerárquica y llena de contrastes entre clases y grupos étnicos.
El trasfondo histórico toma como punto de referencia los hechos acaecidos alrededor de 1839, año de la ejecución que ocupa un lugar relevante en la narración. En el detalle prestado a los escenarios y a la descripción de tipos puede apreciarse la maestría narrativa de Payno y su aguda capacidad como observador de la condición humana, pero además se hace evidente la experiencia recogida en el desempeño de diversos puestos políticos a lo largo de su vida que le permitió alcanzar un profundo conocimiento del país y de su gente.
Manuel Payno el sociólogo novelista
Manuel Payno (1810-1894) fue secretario de Hacienda en el gobierno de José Joaquín de Herrera en 1850, puesto al que llegó después de haber trabajado en el ramo de aduanas, y de haber estado a cargo del servicio secreto de correos entre México y Veracruz en 1847 durante la invasión estadounidense. Otros puestos incluirían el de diputado bajo el gobierno de Benito Juárez y el de senador durante la administración de Manuel González. Durante su agitada vida Payno sería también periodista y profesor de economía política, todo lo cual surge en la obra como contexto de análisis de la situación socio-política mexicana de su tiempo.
La novela destaca el empuje económico de un país en expansión comercial aunque todavía dependiente del sistema de haciendas. Las vidas de los personajes se entretejen con las fuerzas políticas y económicas impulsadas por el crecimiento que adelanta nuevas posibilidades de movilidad. Desde su perspectiva de economista Payno subraya la relevancia de aspectos como el transporte, la actividad de importación y exportación, el manejo de aduanas en los puertos, la administración de los mercados en la zona urbana, el movimiento comercial en las ferias y otros más, siempre ilustrando su impacto en la sociedad a través del uso de personajes a quienes no falta el detalle psicológico. La relación entre los personajes y su circunstancia explica su comportamiento y permite a Payno subrayar la causalidad de fenómenos como el bandidaje y la corrupción en su obra que él mismo llamó “naturalista”.
Además de la inseguridad en el transporte Payno discute temas como el caciquismo, el sistema de justicia, la relación del gobierno federal y los estados, el manejo de influencias desde la silla presidencial, y el papel de la prensa en la política y en la manipulación de la opinión pública que tan claramente se desarrolla a fondo como uno de los grandes focos de interés de la obra.
La novela abre con el caso insólito reportado por la prensa de Doña Pascuala, una buena mujer vecina de Tlalnepantla, cuyo embarazo –digno de un relato de realismo mágico– se prolonga indefinidamente sin que los médicos puedan ayudarla, por lo que tiene que recurrir a unas brujas indígenas. Muy pronto se introduce el centro dramático de la historia, desde donde se tejen las vidas del resto de los personajes. Se trata del amor prohibido entre Mariana, única hija y heredera del Conde del Sauz, y el joven capitán Juan Robreño, hijo del fiel administrador de la hacienda, quien a pesar de su valor y nobleza de carácter, como dictan los tiempos es inferior a ella. Pero ni la rigidez, ni la crueldad del conde, que llega a extremos casi de sadismo, detienen el producto de ese amor, un hijo que amenaza deshonrar la casa y despertar la ira de su dueño, por lo que en un acto de desobediencia Robreño abandona el campamento militar la noche en que nace su hijo para llevarlo a esconder con una pariente de confianza.
Pero he aquí que el nacimiento del pequeño Juan pone en moción la complicada red de eventos que mueven a los personajes a largo de la historia en un complicado laberinto de coincidencias y reencuentros. En el proceso quedan al descubierto una gama de pasiones, instintos, debilidades, motivaciones, vicios y tipos de conducta humana siempre bajo el ojo compasivo de la Providencia. Con cierta ambientación picaresca que hace la lectura tan deleitable como lo mejor del género costumbrista, Payno usa en la primera parte a Juan como hilo narrativo. Este se ha convertido en huérfano tras su secuestro por la misma bruja que lo piensa sacrificar para asegurar la maternidad a Pascuala. Robreño es acusado de desertor y se convierte en fugitivo; el bebé termina abandonado en un basurero tras el arrepentimiento de la bruja, de donde le salva milagrosamente una perra y le recoge una pobre anciana quien le cuida y comparte su manutención con las indias caritativas de una tortillería.
La mansión de los condes no puede contrastar más con el mundo de pobreza de las clases bajas. Entre los episodios de miseria que le deparan a Juan está el de convertirse en aprendiz de Evaristo el tornero, el cual nos introduce de manera directa al mundo del crimen. El personaje de Evaristo es rico y logra desarrollarse más que el resto ya que su papel marginal le obliga a tomar diversas formas. De ratero ocasional que recurre al robo de madera para desempeñar su trabajo con el único objetivo de sobrevivir, Evaristo comienza su escalada de crímenes que hacen el bandidaje y la inseguridad social, los temas centrales de la novela. Cuando conoce a Tules, protegida del ama de llaves del conde, se deshace de su amante Casilda recurriendo como estrategia a una golpiza. Casilda es en realidad una buena mujer que más tarde se convertirá en un refugio para el pequeño Juan y pieza clave en el desenlace. Mientras tanto, cuando el niño apenas ha encontrado en Tules un alma bella, bondadosa y caritativa que lo cuida y lo protege como madre, tiene que presenciar su violento asesinato.
La peligrosidad de Evaristo aumenta pues como fugitivo de la justicia es cada vez más creativo y aprende a tomar ventaja del incompetente sistema de justicia prevalente. En su escalada de delincuencia utiliza su posición como administrador de una hacienda en una zona aislada para llevar una doble vida de bandido asaltante de caminos, hacendado y guardia rural. La importancia de la ruta Veracruz – México, particularmente entre Puebla y la capital, es decir, en el área de Río Frío, se convierte en un creciente problema de estabilidad política que termina requiriendo la intervención militar. Mientras tanto el poder y fortuna de Evaristo crecen, así como la cuadrilla de bribones a quienes entrena en el robo a diligencias y otros actos de delincuencia. Con todo, esto es sólo la preparación para su encuentro con el otro gran bandido de la novela, Relumbrón, que disparará el crimen organizado hasta las habitaciones de los políticos y aristócratas del país. Payno mismo identificó a un conocido coronel ayudante del entonces presidente de México Antonio López de Santa- Anna, como Relumbrón:
El personaje, pues, que figura en la novela, ha existido realmente; pero por más que he hecho para inventar lances, robos y asesinatos, me he quedado muy atrás de la verdad, y el extracto de la causa habría sido más interesante que cuantas novelas se pueden escribir. (986)
Como personajes principales Evaristo y Relumbrón hacen de esta obra un interesante estudio de criminología. Sorprende como, a pesar de la crudeza y los bajos instintos de Evaristo, Relumbrón resulta un criminal más temible y doblemente más peligroso porque su posición de hombre de sociedad hace más vulnerables a sus víctimas; nadie sospecharía de él como el jefe de la banda de delincuentes que, bajo el disfraz de criados domésticos, ha colocado en las casas de los mismos amigos que asisten a sus tertulias mientras aprovecha para robarles. Sus gustos finos y modales aristócratas, su imagen de buen padre y marido generoso, logran enmascarar su falta de escrúpulos y el alcance de su ambición, la que le lleva a amasar una fortuna a base de la mentira, la trampa, el robo, y el asesinato sin ningún remordimiento. La conclusión es optimista, pero Payno logra plantear a través de su obra una apreciación educada sobre la fragilidad del estado y de las instituciones nacionales de su tiempo.
“Pintura de toda una época”
Aunque Payno ha sido criticado por ciertas imperfecciones en el desarrollo de la novela, Los bandidos de Río Frío es una obra maestra desde cualquier aspecto que se le juzgue. Los personajes son singulares y las situaciones sorprendentes; sus coloridas historias a lo largo de casi mil páginas hacen que la lectura fluya sin aburrir y se enriquezca al seguir varios hilos narrativos. Los temas son complejos pero están expuestos dentro de su contexto cultural para buscar el análisis social. La novela es entretenida pues además Payno sabe introducir el humor y mantener el suspenso de una manera natural y en un tono personal del que a veces transpiran su patriotismo, su nostalgia por la tierra de sus raíces, y su compasión hacia personajes que como él mismo confesó lo acompañaron en largas horas de soledad en la costa norte de España:
Mirando estas cosas tristes, pensando en la vida tormentosa e infeliz de los pescadores, teniendo siempre delante de mis ojos esa inmensidad del cielo azul y de las aguas verdes y profundas de la mar, pensaba también en las cosas de otro tiempo, en mi patria lejana, y llenaba cuartillas de papel con mis recuerdos, sin saber a cuantas páginas llegaría esta labor que absorbía algunas horas diarias de mi vida aislada y la poblaba a veces de personajes fantásticos o reales que venían a acompañarme y a platicar conmigo cuando yo los evocaba, cualquiera que fuese el lugar en que se hallaran o el sepulcro en que estuvieran durmiendo el sueño final de los seres humanos. (985)
En su introducción a la edición “Sepan Cuantos” de Porrúa ya en su 26ava edición, Antonio Castro Leal calificó a Los bandidos de Río Frío mejor que nadie como “la pintura de toda una época,” y la resumió así:
Payno nos presenta la vida de aquel tiempo en todos sus aspectos: los miserables y los ricos, las hechiceras y los jueces, los militares y los políticos, los periodistas y los abogados, los petimetres y los sacerdotes, los tahúres y los rábulas, los secretos de las familias nobles y las desventuras de los desamparados, los asaltos de los bandidos y las hazañas de los charros, la ciudad y los pintorescos alrededores, los muladares y los talleres, las tortillerías y los salones elegantes, las funciones religiosas y las partidas de juego, las delicias de la ópera y el regocijo popular de las ejecuciones, los hospicios y las cárceles, las pulquerías y los mercados, las platerías y los mesones, los almacenes de los españoles y las fruterías de los indígenas, las haciendas y los ranchos, las ferias y los herraderos, las aventuras de las diligencias y del tráfico lacustre que llegaba al puerto de San Lázaro, las rivalidades del gobierno federal y de los gobernantes de los estados, las asonadas políticas y las incursiones de los comanches…(viii)
Leal no exageró, en esta obra Payno logró dejarnos una visión amplia y detallada de su época, de su dinamismo y de su pluralidad.