En su novela publicada por Editorial Planeta en 2012 para conmemorar el 500 aniversario del mestizaje en América, el escritor Eugenio Aguirre recrea la extraordinaria historia del español vuelto maya. Gonzalo Guerrero, nacido en Palos de la Frontera, Huelva en 1470, y veterano del último capítulo de la Reconquista gracias a su participación en la Toma de Granada, protagoniza una de las aventuras transformativas más insólitas de la historia del encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo.
La novela parte con el presagio de un viejo gitano que terminará cumpliéndose cuando Guerrero acepta servir bajo el mando de Juan de Valdivia, quien debe conducir asuntos personales y trasladar pasajeros y cargamento entre Darién, actualmente parte de Panamá, y Santo Domingo. Los personajes y acontecimientos que se describen sobre los primeros días del viaje introducen la complejidad de la empresa de la Conquista, las rivalidades, la ambición, la diversidad de personajes que participaron en ella, y la explotación y tráfico de productos y de hombres y mujeres: los esclavos que viajan en la nave encadenados unos a otros al lado de las bestias. Es Gonzalo Guerrero, no el sacerdote Gerónimo de Aguilar, quien aboga por ellos y se gana los golpes de Valdivia y otros, cuando expresa su intención de desatarlos para evitar su muerte durante la tormenta que terminará hundiendo el barco.
El autor mexicano Eugenio Aguirre (1944) nos acerca a un Guerrero humano, en constante reflexión sobre el significado de los hechos que se suceden y del comportamiento de sus compañeros de adversidad; un hombre que medita sobre las experiencias existenciales que le llevarán a cambiar su visión del mundo y de la vida hasta asimilarse a una nueva cultura. En el pasaje fatal del naufragio en el que se destaca la cobardía de Valdivia, se salvan dieciséis hombres y dos mujeres, pero irán muriendo poco a poco. Aguirre logra una descripción realista de la angustia y desesperación alucinantes que una semana bajo el sol candente, sin agua ni alimento, significan para quienes no saben a qué punto del océano han sido arrojados por el destino. Y aún estas páginas resultan menos crudas comparadas con el ataque de los cocomes, a dos días apenas de haber arribado a tierra en las costas de la Península de Yucatán. Valdivia y otros son descuartizados y devorados en un ritual carnicero, increíble si se quisiese hacer pasar como producto de la ficción.
Los que sobreviven logran escapar gracias al plan de Guerrero pero caen como esclavos del señor Taxmar del pueblo de Xamanhá. El trabajo excesivo impuesto a los sobrevivientes por los nuevos amos deja vivos sólo a Guerrero y al padre Aguilar. La vida de esta civilización desconocida empieza a revelarse rica y llena de rituales y color en la descripción de la organización y vida diaria de los xiúes. La prosa de Aguirre adopta tonos poéticos al describir la flora y fauna del mundo maya que si bien centra su existencia en el sacrificio a sus dioses, ama la vida y conoce y toma lo mejor de los seres y paisaje que les rodea.
Guerrero se gana la admiración y confianza de Taxmar y sus nobles capitanes cuando les ayuda a ganar la guerra contra los cocomes. Es tal el aprecio que cobra como servidor inteligente y fiel a Taxmar que éste lo cede a su gran aliado Na Chan Can, quien al paso del tiempo verá en él al más valioso de sus hombres y lo convertirá en su yerno. Guerrero acepta de este gobernante amado por su pueblo la nueva posición de responsabilidad y los privilegios que ha conquistado a base de lealtad, y lejos de sentirse comprometido se entrega a su cargo con valor y obediencia y con el gran amor que despiertan en él su legítima esposa Ix Chel Can y sus hijos. Por eso no le es difícil rechazar la invitación de reunirse con Cortés que el padre Aguilar le había comunicado personalmente.
En su novela, Aguirre ofrece una ventana a lo que con seguridad enfrentó Guerrero en su proceso de asimilación a la cultura del Mayab: su necesidad práctica ante su conciencia y dudas religiosas, nacida de su participación en ritos y creencias extraños y profundamente ajenos a su formación cristiana. Es claro que no tuvo que ser fácil aceptar el sacrificio y las inmolaciones, como las de su propia hija, como las de otros inocentes que el pueblo demandaba para detener la peste y más tarde la plaga de langosta que cubría los campos y sembraba el hambre. Y por si fuera poco, se plantea además la ironía de su circunstancia, el reconocerse en los hombres de los navíos que se acercaban con persistente frecuencia a las costas de su tierra adoptiva, con temor a la inminente amenaza de la superioridad de armas y bestias a las poblaciones que Guerrero conocía ya bien, y juzgaba prontas a ser víctimas de la ambición de oro y riqueza de soldados como los que en otro tiempo fueron sus hermanos. A Guerrero llegaron las noticias de lo que sucedía en el altiplano, y de las guerras que Cortés “había desatado, enfrentando a unas tribus con otras en su propio beneficio.” Guerrero sabía bien que esperar:
Desde que llegaron los primeros españoles a Champotón, hacía mas de cuatro años, había entendido la amenaza que pesaba sobre mi gente y sobre todos los comarcanos. No cejarían en su empeño por conquistarlos y arrebatarles sus tierras, su hacienda y su libertad. Lo mismo había pasado en todas partes, sin que existiese poder alguno que les detuviese en el avasallamiento de los naturales. Tanto señores como plebeyos y esclavos pasarían a ser siervos del blanco, de la fusta y del tormento, y sobre todo, del engaño … Debería, por lo tanto, prevenir y enseñar a los guerreros de Ichpaatún a pelear en su contra. Debería inculcarles que se trataba de vándalos que venían a sojuzgarlos, a robarles lo que el derecho natural les había otorgado, a violentar a sus mujeres e hijas, a destruir a sus ídolos y dioses tutelares y a trastocarles su religión y sus conocimientos de los astros y del tiempo por un catecismo castrante, siempre beneficioso para el amo venido de allende del mar. (252)
La novela es un recuento realista y bien documentado de la odisea de este héroe olvidado por el tiempo. El lenguaje y la ambientación evidencian un gran conocimiento de la región y su historia, así como de la cultura maya, lo que hace a esta obra sumamente recomendable para quien desee acercarse al tema con un interés más allá del gusto por la aventura. Su autor Eugenio Aguirre, quien ha recreado en novelas anteriores la vida de personajes como Isabel Moctezuma, Hidalgo y otros, recibió por su magnífica obra sobre Gonzalo Guerrero, la Gran Medalla de Plata de la Academia Internacional de Lutèce 1981.