El nuevo siglo lleva a juicio de Colón
Duelos, espantos, guerras, fiebre constante
en nuestra senda ha puesto la suerte triste:
¡Cristóforo Colombo, pobre Almirante,
ruega a Dios por el mundo que descubriste!
– Rubén Darío
Pocas son las figuras que como Cristóbal Colón han galvanizado la atención de generaciones enteras que reviven sus hazañas. Y sin embargo no es claro si se trata de una de las figuras más afortunadas o más trágicas de la historia. El hecho es que tiene algo de las dos. En vida su gloria fue exorbitante pues probó la fama como pocos, pero también fue efímera al convertirse en víctima de la intriga, la traición, el desprestigio y el olvido. Su muerte tampoco ha estado exenta de altibajos y contratiempos. A lo largo de la historia tres países han alegado tener sus restos. Por un tiempo su cuerpo descansó en un monasterio en España pero Beatriz, la madre de su segundo hijo, queriendo cumplir su último deseo le hizo trasladar a lo que hoy es la República Dominicana, la tierra que él llamó “Española”. Supuestamente, los restos de Colón descansaron en Cuba por un tiempo antes de ser solicitados nuevamente por España, pero debido a fallas en la supervisión y manejo del pedido, persiste la duda de que no fueran sus restos los que llegaron hasta el nicho de la Catedral de Sevilla, donde hoy le visitan miles de turistas al año. A pesar de que las pruebas científicas recientes parecen demostrar lo contrario, hay quienes todavía argumentan que al menos parte de esos restos quedaron en el continente que él introdujo a Europa.
La figura de Cristóbal Colón es monumental desde cualquier ángulo que se le mire. Pocos hombres han logrado cambiar el rumbo de la historia como él lo hizo. Tan trascendental fue su arribo a Española en 1492 que desde entonces se modificó nuestro registro del tiempo, y así como hay un ‘antes de Cristo’ y un ‘después de Cristo, lo “precolombino” se refiere a lo anterior a Colón. La palabra traducida a concepto y el concepto a ideología creó el lente que durante casi quinientos años determinó la manera en que hemos interpretado a la América Latina. Lo precolombino fue el atraso, el paganismo o la idolatría sacrílega, los sacrificios humanos, lo indígena y/o lo primitivo. No hace falta mencionar que bajo este paradigma Colón representa la llegada de la civilización.
En la historia oficial que dominó durante los primeros quinientos años después de Colón, el sabio navegante figuró como una especie de semilla de origen de la sociedad mestiza del “Nuevo Mundo”, el “descubridor” que desafió la ciencia de su tiempo y encontró un continente nunca sospechado por sus contemporáneos, en gran parte gracias a su fe y a su curiosidad científica.
En las reproducciones artísticas se destaca su aspecto de genio renacentista, su elegancia de almirante y su faz de sabio que recuerda la pasión y la confianza en sus convicciones y su disposición al triunfo. Colón conjuga la imprudencia inocente y la astucia ambiciosa, la persistencia, el valor y la audacia. Es difícil creer que llegó a cometer actos reprobables en su búsqueda del oro para la corona, como mandar cortar las manos de los indígenas que fallaron en cumplir con sus exigencias; o como aprehender a 1500 tainos para llevarlos como esclavos a España. Pero la historia tiende a dejar esas cosas fuera, y el hecho de que era genovés le dota de una neutralidad favorable, pues le ha protegido del anti españolismo que despierta el resentimiento asociado al estereotipo del conquistador arrogante y soberbio de la espada empuñada que a menudo ha despertado desprecio.
De su aventura se sabe que sus peticiones de apoyo para encontrar la deseada ruta a las Indias fueron rechazadas en varias ocasiones por monarcas europeos hasta lograr ser financiado por Isabel y Fernando, los reyes católicos que patrocinaron su empresa. Como sabemos su persistencia le llevó a destinos inesperados cuya trascendencia ni él mismo llegó a comprender. Pero pasados unos trescientos años, una vez desmantelada la autoridad monárquica española de las antiguas colonias, la clase criolla que quedó a la cabeza de las diversas naciones americanas se sirvió de la figura de Colón en su imaginario nacional como el origen de un nuevo orden encaminado al progreso. Para los grupos en el poder de las nuevas naciones independientes no había duda de que la sangre europea que llegó gracias al explorador italiano había privilegiado a la población americana, y que Occidente debía seguir inspirando el modelo de sociedad ideal. Así, en el proceso de construcción de esas nuevas sociedades Cristóbal Colón fue homenajeado como la figura fundacional común a todas las naciones americanas, incluyendo al Brasil. A lo largo y ancho de la América Latina se le dedicaron calles, avenidas, plazas y se le erigieron estatuas variadas. Además un gran país, Colombia, heredó su nombre.
No obstante los pobres, que eran la mayoría entre campesinos, mineros, y servidumbre miraban desde abajo la ostentosidad de los patrones y no compartían con estos su optimismo positivista. El poeta nicaragüense Rubén Darío (1867 – 1916) expresó su disgusto ante la condición de vida de los pueblos cuando describió a las vastas y ricas tierras de América gobernadas por “Judas” y “Caínes” de “ambiciones pérfidas”, y dirigiéndose a Colón escribió:
Pluguiera a Dios las aguas antes intactas
no reflejaran nunca las blancas velas;
ni vieran las estrellas estupefactas
arribar a la orilla tus carabelas!
Un nuevo capítulo en la saga de Cristóbal Colón comenzó a tomar forma hace poco más de dos décadas, al acercarse el quinientos aniversario del encuentro del Nuevo Mundo, y apenas unos años después del fin de la Guerra Fría. La reflexión histórica revisitaba el significado del 12 de octubre de 1492. De esta reflexión la imagen de Colón terminaría convirtiéndose en blanco de ataque para los sectores del continente que hoy le consideran un símbolo del sistema que les condenó a la pobreza.
La decapitación de Mazariegos
Una de las sedes de esta nueva conciencia fue la ciudad de San Cristóbal de las Casas en el estado de Chiapas, México. Y uno de los eventos que anunció dramáticamente el cambio en las relaciones de la América hispana con aquel padre fundador tomó la forma dramática de la decapitación a una estatua. Los hechos de aquel 12 de octubre de 1992 han sido olvidados, a pesar de que representan la semilla de lo que se convertiría en la primera revolución del siglo XXI y el nacimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional que conmocionó al mundo dos años después. La destrucción de la estatua de Diego de Mazariegos en Chiapas, en medio de la asistencia de miles de indígenas y campesinos, marcó el inicio de una serie de actos simbólicos en el continente que han significado la reestructuración de la perspectiva histórica de los pueblos americanos y su reafirmación cultural frente a la versión fundacional europea.
Otro de esos actos notables que anunciaban cambios en la cultura sucedió en Perú en abril de 2003, en donde la estatua de Francisco Pizarro desapareció de la plaza que llevaba su nombre en Lima provocando un diálogo nacional sobre la identidad peruana. Después de haber estado almacenado por año y medio, el Pizarro resurgió despojado de su pedestal –y relevancia– para ser colocado en el menos turísticamente prominente Parque de la Muralla.
Hoy es difícil creer que durante años se observó con júbilo el “Día de la Raza”. En la víspera, millones de niños revivían en sus escuelas la aventura fantástica del “Descubrimiento” y el día era uno de fiesta nacional marcado oficialmente en los calendarios de las naciones de habla hispana. La ocasión se prestaba para escribir ensayos y escuchar poemas sobre la grandeza de la raza mestiza y su herencia privilegiada junto a estatuas o reproducciones de Colón, con un deseo de reafirmar el compromiso modernizante que el continente tenía con el padre civilizador. Sin embargo, casi de manera imperceptible, el culto a Colón dio un giro radical en América Latina y la visión del pasado, que antes le colocó a la cabeza como padre y fundador de los diversos nacionalismos latinoamericanos, fue rechazada abiertamente por los movimientos sociales del cambio de siglo.
La Revolución Bolivariana arremete contra Colón
No sorprende el que uno de los centros que ha protagonizado más visiblemente este cambio se dio en Venezuela.
Recogiendo el eco internacional el periódico Reforma de México del 13 de octubre de 2004 lo describió así:
Desconocidos derribaron ayer una estatua de Cristóbal Colón, mientras el Presidente Hugo Chávez honró la memoria de los indígenas que se rebelaron contra la conquista española. Los inconformes enjuiciaron a Colón por “iniciar el genocidio más grande de la historia”. La Policía arrestó a cinco personas. Desde el 2002 Chávez ordenó que el 12 de octubre se conmemorara el Día de la Resistencia Indígena.
Desde entonces son varias las estatuas de Colón que han sido destronadas y en forma oficial. En Caracas, el 3 de junio de 2009 Chávez ordenó el derribo de otro Colón, lo que fue parte de un ciclo de actos simbólicos de repudio al colonialismo en Venezuela. La estatua fue arrastrada por las calles según se reportó, y en 2010 se develó en el mismo lugar un monumento al general Ezequiel Zamora. Más tarde se retiró de otro sitio la “Santa María”, una de las Carabelas que protagonizaron el “Descubrimiento” para hacer lugar al buque en el que el Venezolano Francisco de Miranda peleó en 1806 contra tropas españolas. Para algunos críticos los actos simplemente ilustraban la estrategia populista de Hugo Chávez. Sin embargo, visto dentro del clima social que se vive en el continente desde hace varias décadas, el derribo de las estatuas es una manifestación de la tendencia nativista que diversos sectores del continente han protagonizado por siglos. El ataque a Colón señala visiblemente la fuerza de los movimientos populares en el proceso político de Venezuela y de otros países de América Latina como Bolivia y Ecuador. Los indígenas en particular fueron una masa sin voz durante la mayor parte de los más de quinientos años de prácticas discriminatorias consistentes en ver al indio como parte del problema del subdesarrollo. Durante todo ese tiempo la resistencia ha tomado muchas formas, pero en las últimas décadas del siglo XX los movimientos indígenas en los diversos países americanos aún en Norteamérica, cobraron fuerza y se unieron defendiendo derechos civiles básicos, incluyendo la protección a sus tierras que por siglos han enriquecido a compañías extranjeras. Como Venezuela, Nicaragua adoptó el nombre de “Día de la Resistencia Indígena”. Otros países han elegido otros nombres; Chile por ejemplo, a partir del 2000 le llama “Día del Encuentro de Dos Mundos”; Perú, desde el 2009, “Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural”; Ecuador desde el 2011, “Día de la Interculturalidad”; Argentina, a partir del 2010, “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” (2010); y Bolivia, “Día de la Descolonización” desde el 2011.
Continúa la “descolonización” en Argentina
El último capítulo de la “descolonización” del continente fue protagonizado por la estatua de Colón que desde 1921 adornaba la plaza de atrás de la Casa Rosada en Buenos Aires. Por orden de la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, el monumento será enviado a Mar del Plata luego de una restauración. La decisión provocó polémica en toda la población y quejas de la comunidad italiana en el país formada por un millón de argentinos. En el anuncio del traslado de la estatua, hecho el 30 de junio de 2013, se confirmó que será substituida por un monumento de la famosa guerrera de la Independencia Juana Azurduy donado por el pueblo de Bolivia. Aunque el hecho puede interpretarse de diversas maneras debido al distanciamiento de ese país con el Viejo Continente, lo que queda claro hoy es que la relación de la América hispana con la figura emblemática de Cristóbal Colón ha dado un giro radical, y en este lado del Atlántico el día del “Descubrimiento de América” no es ya el feriado que celebraban miles de escuelas de habla hispana con profundo orgullo y agradecimiento hacia el valiente soñador. El “Día de la Hispanidad”, llamado así en España, es para muchos pueblos originarios americanos un evento de reafirmación cultural, y un día que rechaza el colonialismo que significó el genocidio de muchos pueblos indígenas.
Libre como las águilas, vieran los montes
pasar los aborígenes por los boscajes,
persiguiendo los pumas y los bisontes
con el dardo certero de sus carcajes.
Que más valiera el jefe rudo y bizarro
que el soldado que en fango sus glorias finca,
que ha hecho gemir al zipa bajo su carro
o temblar las heladas momias del Inca.
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