De huracanes, hamacas y caníbales

La palabra es la flecha que da en “su” blanco.
Sustituirla por otra es traicionar a la cosa que aspiraba a
ser representada plena y fielmente, con nitidez, con precisión.
Rosario Castellanos (Mujer que sabe latín…)

Nuevo Mundo

En lo que se refiere al estudio de la evolución de las lenguas y su etimología, ninguna época es tan fecunda como la era de la expansión comercial derivada del encuentro del Nuevo Mundo. Su impacto lingüístico universal todavía no alcanza a medirse, en parte debido a que el lente de apreciación se centró por mucho tiempo en los aspectos civilizatorios de la empresa colonial, es decir, en los beneficios que trajo la europeización de lo que se acordó llamar América, y en la justificación de sus efectos sobre las sociedades nativas.

En realidad, rara vez nos preguntamos de dónde vienen palabras como “huracán”, “hamaca”, “mocasín”, “chicle” o “caníbal”, y aunque no sea imprescindible saberlo, la respuesta a este tipo de pregunta presenta un nuevo ángulo que contrasta con el del paradigma civilizatorio, ya que además de hacer posible la comunicación, la lengua funciona como un registro histórico natural de la experiencia social. El uso de palabras como “huracán” y muchas otras provenientes de los indios taínos, los primeros en tener contacto con Colón, se comienza a extender desde la llegada de éste, en el periodo de aculturación de los españoles establecidos en las Antillas. Los taínos estaban distribuidos en pequeños cacigazgos en Española, hoy Santo Domingo y Haití, en Puerto Rico, y en otras de las islas aledañas. No siempre fue inmediata la adopción de un determinado vocablo, pero la necesidad de comunicar lo antes nunca visto requirió de la asimilación de nuevo vocabulario; en este caso, ¿cómo identificar y describir fenómenos climatológicos cuando no se tiene experiencia de ellos?

Un asombroso episodio de este proceso quedó descrito en una de las más interesantes aventuras de exploración de todos los tiempos. En noviembre de 1527 Alvar Núñez Cabeza de Vaca se convirtió en el primer testigo en reportar lo que sin lugar a dudas fue propiamente un huracán. Su relato ayuda a ilustrar cómo la lengua reconoce la necesidad de conceptualizar ciertas ideas a través de una palabra, y cómo esa palabra está directamente conectada con la cultura de donde proviene. Así pues, aunque su crónica usa el vocablo “tempestad”, en retrospectiva es obvio que se trata de algo más que una tormenta. No deja duda al repecto la descripción de los estragos sucedidos en el puerto de Trinidad cuando Alvar Núñez esperaba el próximo arribo de Pánfilo de Narváez procedente de Santo Domingo, quien venía con barcos y provisiones para la empresa de exploración que comandaría el mismo Narváez con destino a lo que en 1513 Juan Ponce de León había bautizado como La Florida.

A pesar de que en repetidas ocasiones los nativos intentaron prevenirlo, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca lo admite él mismo en el capítulo primero de Naufragios, ni él ni ninguno de los marinos tenían idea del poder destructivo de lo que les esperaba, como lo escuchamos de sus propias palabras; el acontecimiento comienza un sábado por la mañana:

…yo me excusé diciendo que no podía dejar los navíos. A mediodía volvió la canoa con otra carta, en que por mucha importunidad pedían lo mismo, y traían un caballo en que fuese; yo di la misma respuesta que primero había dado, diciendo que no dejaría los navíos; mas los pilotos y la gente me rogaron mucho que fuese, porque diese priesa que los bastimentos se trujiesen lo más presto que pudiese ser, porque nos partiésemos luego de allí…

La mayoría de los hombres prefiere quedarse pensando que a la mañana siguiente terminaría todo:

…y con esto yo salí, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en mi compañía, los cuales no quisieron salir, diciendo que hacía mucha agua y frío y la villa estaba muy lejos: que otro día, que era domingo, saldrían con el ayuda de Dios, a oír misa. A una hora después de yo salido la mar comenzó a venir muy brava, y el norte fue tan recio que ni los bateles osaron salir a tierra, ni pudieron dar en ninguna manera con los navíos al través por ser el viento por la proa; de suerte que con muy gran trabajo, con dos tiempos contrarios y mucha agua que hacía, estuvieron aquel día y el domingo hasta la noche.

El agua y el viento arrecian golpeando con fuerza durante toda la noche del domingo y arrasan con la villa:

A esta hora el agua y la tempestad comenzó a crescer tanto que no menos tormenta había en el pueblo que en la mar, porque todas las casas y Iglesias se cayeron y era necesario que anduviésemos siete u ocho hombres abrazados unos con otros para poder amparar que el viento no nos llevase; y andando entre los árboles no menos temor teníamos de ellos que de las casas, porque como ellos también caían, no nos matasen debajo. En esta tempestad y peligro anduvimos toda la noche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudiésemos estar seguros.

Cabeza de Vaca escucha música durante la noche, probablemente un ritual para apaciguar al mal espíritu de “Huracán”:

Andando en esto, oímos toda la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo y grande ruido de voces, y gran sonido de cascabeles y de flautas y tamborinos y otros instrumentos, que duraron hasta la mañana, que la tormenta cesó. En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vió; y yo hice una probanza de ello, cuyo testimonio envié a Vuestra Majestad.

La destrucción fue total, apareció una barquilla sobre un árbol y sólo dos cuerpos fueron encontrados:

  El lunes por la mañana bajamos al puerto y no hallamos los navíos; vimos las boyas de ellos en el agua, adonde conoscimos ser perdidos, y anduvimos por la costa por ver si hallaríamos alguna cosa de ellos, un cuarto de legua hallamos la barquilla de un navío puesta sobre unos árboles, y diez leguas de allí, por la costa, se hallaron dos personas de mi navío y ciertas tapas de cajas, y las personas tan desfiguradas de los golpes de las peñas, que no se podían conoscer; halláronse también una capa y una colcha hecha pedazos, y ninguna otra cosa paresció. Perdiéronse en los navíos sesenta personas y veinte caballos.

De la catástrofe sobrevivieron los treinta hombres que habían decidido salir de los barcos para acompañarlo, pero por días pasarían hambre ya que murieron muchos animales:

la tierra quedó tal que era gran lástima verla: caídos los árboles, quemados los montes, todos sin hoja ni yerba. Así pasamos hasta cinco días del mes de noviembre, que llegó el gobernador con sus cuatro navíos, que tembién habían pasado gran tormenta.

Los taínos eran hospitalarios y pacíficos, desafortunadamente su exterminio fue casi total durante los primeros años de la Colonia. Pero tampoco se salvaron sus enemigos los “caribe”, quienes se caracterizaban por su beligerancia y eran temidos alrededor de toda la zona ya que atacaban a sus vecinos y secuestraban a sus mujeres con frecuencia. Irónicamente fue precísamente por ellos que el mar antillano tomó el nombe de “Mar Caribe”; y fue por ellos también que se creó el estereotipo del salvaje americano que durante siglos escandalizó la imaginación europea. Se les comenzó a llamar “caribal” y de aquí se creó la palabra “caníbal” que resaltaba su costumbre de comer carne humana. Casi cien años después, en 1610, Shakespeare escribió su obra “The Tempest” con la que introdujo al personaje de “Calibán”, claramente una referencia del caníbal caribeño que acabó convirtiéndose en símbolo de la barbarie en el debate sobre la superioridad de la civilización europea.

Caimanes y tortugas en Zoológico de Puebla, México

Caimanes y tortugas en Zoológico de Puebla, México

Dada a la proximidad de las Antillas con la región maya y el resto de América Central, diversas palabras y sonidos que se suponen de origen arahuacano eran familiares alrededor de toda la zona. Algunas como “batata”, “cacique”, “caimán”, “macana”, “canoa”, “iguana”, “guanábana” y “maíz”, que continuamos utilizando era bastante extendido. Para los mayas como para los taínos, “Huracán” representaba a una deidad poderosa y no al fenómeno climatológico que conocemos hoy. Así puede apreciarse la evolución de un vocablo que en este caso no sólo sigue siendo cotidiano sino que, como sucede a menudo, ha adquirido otras conotaciones, es decir ha diversificado su significado y ha sido asimilado por otras culturas. Curiosamente, como sucedió con la palabra “Jaguar”, de origen guaraní -hablado en las selvas de Paraguay y Brasil-, que inpiró el nombre del famoso automóvil británico, también “Huracán” se convirtió en el nombre del modelo 2014 de Lamborghini; ambos ejemplos muestran bien la manera en que las lenguas se enriquecen del contacto con otras.

Suite de Hotel Casa Quetzal en Valladolid, Yucatán

Suite de Hotel Casa Quetzal en Valladolid, Yucatán. El estilo imita el modelo de construcción de vivienda maya, que proporciona espacio para colgar hamacas dentro de las habitaciones.

Otra palabra del arahuacano que sobrevivió la desaparición de los taínos es “hamaca”, la cual representa una de las invenciones humanas más inteligentes que todavía hoy se siguen usando ampliamente. Cabe mencionar que no se ha dado a este objeto el debido reconocimiento, ni se ha entendido cabalmente que su valor utilitario en climas húmedos y cálidos, en una extensa zona que abarca las islas y costas del Caribe, desde Florida hasta Venezuela, es el resultado de una sofisticada capacidad de adaptación al entorno. Otro ejemplo del ingenio práctico de las culturas caribeñas es el modo de construcción de chozas ligeras de base corta y maciza, y paredes y techos de caña y palma, rápidas de construír y seguras para sus inquilinos cuando con tanta frecuencia corren el peligro de ser derrumbadas por el mal tiempo.

En la Península de Yucatán el cultivo de la planta del henequén que además de especializarse en la producción de hamacas se usa para un gran número de objetos indispensables, entre cuerdas, ropa, sombreros, bolsas, tapetes, etc., se convirtió desde la Colonia en una industria lucrativa y multimillonaria; su cultivo, por tratarse de un tipo de agave, al igual que su extracción, secado, peinado y tejido es un proceso bastante laborioso que empleó a miles de indios bajo el sistema de encomienda o semi esclavitud. La industria cambió poco a través de los siglos y cuando se toma en cuenta la utilidad de sus productos y el carácter sostenible del proceso, no cabe duda de que la especialización del uso del agave realizada por las culturas prehispánicas está a la par de las grandes invenciones utilitarias que el hombre ha realizado con los medios que están a su alcance.

La industria del henequén (palabra del maya “jeniquén”), lo que vino a llamarse oro verde, se convertiría en la mayor fuente de riqueza de los hacendados españoles de Yucatán.

Hacienda henequenera Sotuta de Peón en Yucatán, México. Foto cortesía de Laura Gutiérrez

Hacienda henequenera Sotuta de Peón en Yucatán, México. Foto cortesía de Laura Gutiérrez

Los exploradores españoles fueron los primeros en iniciar un proceso de hibridación lingüística que terminó “americanizando” las lenguas europeas al introducir estas palabras y dar a conocer al mundo los nuevos productos. Las famosas islas “Caimán”, que luego pasaron a ser posesión del Imperio Británico, proveen un buen ejemplo de la americanización del inglés, con un cambio lógico en la pronunciación (key’maen) en esa lengua.

Las lenguas nativas también se transformaron cuando se generalizó el uso dominante de nuevos apelativos de productos ya familiares. En la misma relación de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y Comentarios, (capítulo IV) se observa cómo en más de una ocasión él y su grupo se ven en la necesidad de inquirir sobre maíz entendiéndose a señas. Así el famoso náufrago se convirtió en el primer español de que tenemos noticia, en llevar la palabra “maíz” a los nativos de lo que hoy se conoce como La Florida y después a los indios Apalache:

Partido el bergantín, tornamos a entrar en la tierra los mismos que primero, con alguna gente más, y costeamos la bahía que habíamos hallado; y andadas cuatro leguas, tomamos cuatro indios, y mostrámosles maíz par aver si le conocían, porque hasta entonces no habíamos visto señal de él. Ellos nos dijeron que nos llevarían donde lo había; y así nos llevaron a su pueblo, cerca de allí, y en él nos mostraron un poco de maíz, que aun no estaba para cogerse.

También en el resto del hemisferio norte miles de tribus nativas contribuyeron a americanizar el inglés y de allí el uso se extendió con el comercio. Los indios Powhatan como el resto de la familia de lenguas algonquinas, llamaban a su calzado “mocasín”, un tipo de zapato o botín que fabricaban con la piel de venado principalmente. El uso era generalizado en muchas tribus de Norteamérica, incluyendo Arizona y Nuevo México, porque se fabrica con un sólo pedazo de piel y no requiere hebillas. Después de 1600, probablemente en la segunda década del siglo XVII, los franceses e ingleses que se disputaban el mercado de pieles en la región que hoy se localiza en el estado de Virginia, comenzaron a usar ellos mismos los mocasines y llevaron la palabra y el producto a Europa de donde ha dado la vuelta al mundo varias veces.

La palabra “chicle” del náhuatl o lengua azteca, “tziktli” viene del árbol que produce una goma pegajosa que el ingenio de un empresario británico tomó cuando identificó su potencial de dulce para mascar y la regresó como “chicle”. Alrededor del mundo la industria chiclera llamó a los dulces “chiclets” y luego goma de mascar. “Gum” existía en latín (gumma) derivada del griego y del egipcio, así que desde 1842, para referirse al árbol de tziktli en inglés se le llama “gum tree”. Ciertamente hubo muchos más productos cuyas propiedades hicieron apta su comercialización. Algunos de los más conocidos son, “tabaco”, “chocolate”, “aguacate”, “tomate” y “cacahuate”; Puede observarse cómo los cuatro anteriores se mantuvieron cerca de su raíz náhuatl: xocolatl, ahuacatl, xictomatl, y tlacacahuatl. Esta lengua que todavía se habla en la región central de México, se había extendido por una gran parte de Mesoamérica.

Semillas de Cacao, base para la preparación del chocolate, usado por los mayas, los aztecas y otras culturas mesoamericanas. Foto cortesía de Laura Gutiérrez

Semillas de Cacao, base para la preparación del chocolate, usado por los mayas, los aztecas y otras culturas mesoamericanas. Foto cortesía de Laura Gutiérrez

Los casos se multiplican al sumarse a los de las culturas andinas y del resto de Sudamérica. La tan conocida planta de la coca, “kuka” en las lenguas quechua y aymara, dio al mundo la bebida, “coke” en inglés, aunque la mayoría de la gente que usa esta palabra para referirse al refresco no la asocia con su lugar de origen. Igual sucede con la “papa” o “patata”, uno de los productos más esenciales de la alimentación de muchas naciones hoy en día. La mayoría de la gente alrededor del mundo la asocia con países nórdicos como Irlanda, Alemania y los Estados Unidos, pero tomó más de un siglo para que los europeos vieran bien esta raíz que llegó del Perú desde los tiempos de Pizarro, y que consideraban fea y sucia, y se animaran a comerla. En Francia la papa se usaba para alimentar a los puercos y se le dio el nombre de “pomme de terre”; “pomme” es manzana, de modo que se le asoció con una manzana que crece bajo la tierra. Para responder a porqué adquirió el segundo nombre “patata” (potato en inglés), muy posiblemente el vocablo es producto de la confusión con batata, o camote dulce, que es también una raíz, ya que ambos productos comenzaron a introducirse al mundo al mismo tiempo, así que es fácil pensar que la falta de familiaridad con ambas fue causa de la confusión.

Todos estos ejemplos muestran cómo la cultura y la lengua van de la mano y sobre todo cómo el contacto intercultural enriquece a una o a ambas sociedades. Pero además es obvio que la lista anterior sirve para esbozar la manera en que la cultura occidental se enriqueció e impactó al resto del mundo gracias al contacto con el continente antes desconocido. Ha tomado siglos mirar el beneficio substantivo que los recursos naturales y culturales americanos proporcionaron al mundo entero ya que la ignorancia y el oscurantismo de los tiempos vieron a ese “otro”, como lo explicó Tzevan Todorov, como algo inferior.  Además, en aquel tiempo la riqueza se medía en oro, y debido a que al Estado español le interesaba mantener una imagen paternalista no era aconsejable exaltar los aspectos meritorios de esas culturas; por lo tanto se censuraban los documentos que hacían mención a la explotación de esos productos, como por ejemplo las Cartas de Relación de Cortés (1520-1525), y los Comentarios Reales de los Incas (1609) del Indio Garcilaso de la Vega. La intención era evitar rebeliones.

El número de productos americanos que se han adaptado a otras culturas es sorprendente y demasiado extenso para citar; algunos han cambiado de nombre o éste es irreconocible por el cambio en la pronunciación, pero en general, la flora y fauna del rico y enorme Continente Americano aumentaron exponencialmente el léxico de todas las lenguas que tienen contacto con Occidente. Algunos ejemplos de palabras de origen andino que se usan alrededor del mundo son “puma”, “cóndor”, “llama”, “guanaco” “pampa”, “guano”, “quinoa” y “quinina”, esta última de gran valor curativo como tratamiento contra la malaria. A estas se suman las de otras lenguas de la zona amazónica, la cual aún cuenta con miles de especies conocidas sólo para sus habitantes. A los españoles se sumaron los portugueses, holandeses y británicos principalmente, como parte de este fenómeno de hibridación que abrió a América al mundo y que dio a conocer su flora y fauna en un activo proceso que revolucionaría también a las ciencias. Sin embargo, el interés económico ha superado al científico, lo que ha dado como resultado un notable abuso en la explotación de muchos de los recursos americanos.

Sería dificil imaginar la dieta contemporánea sin el maíz, en todas su formas de preparación; o imaginar la existencia de la cocina italiana sin el tomate, o la ausencia de la industria del chocolate en países como Bélgica y Francia, o cualquier establecimiento de comida rápida sin las papas fritas y el refresco de cola. Sería más difícil aún imaginar el crecimiento de la economía mundial a partir de la era mercantilista sin los recursos de América que transformaron al mundo para siempre. El estudio de la lengua ayuda a comprender con mayor profundidad el ángulo cultural de este proceso.

La iguana es abundante en zonas cálidas tropicales como ésta pequeña nativa de la Península de Yucatán. Foto cortesía de Laura Gutiérrez

La iguana es abundante en zonas cálidas tropicales como ésta pequeña nativa de la Península de Yucatán. Foto cortesía de Laura Gutiérrez

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